El estilo.

Durante toda la vida se ha debatido tanto sobre ésto y analizado por todos lados, que yo, todavía, desconozco de que se trata, puedo acercarme a su significado, incluso puedo denominar a alguien como estiloso en un momento particular y concreto.

De todas maneras, en ocasiones, se confunde belleza con estilo, siendo atractivo, uno ya tiene cierto terreno ganado a la hora de acercarse al tan ¿ansiado? estilo. Al menos, todo cae y sienta mejor ¿no?.

Últimamente me he dado cuenta de que el estilo existe, simplemente se tiene.

Hace años que un señor sin techo se pasea por mi barrio, todos le conocen, tiene unos 45 o 50 años, melena rubia larga y una cazadora de cuero de viejo rockero. Siempre me ha llamado la atención con que cuidado limpia su cabello en una fuente, y, cuando termina, agita la cabeza y se incorpora con una pose estudiadísima de antiguo presumido, puedo imaginar a un señor con cierto porte y elegancia.

Me parecen elegantes los collares, largos, dejados caer sobre el más simple de los vestidos o sencilla camiseta, pero me lo parecen, cuando están liberados de toda rigidez, sin ser prietos, sin ahogar, al estilo charleston.

Me resulta estiloso el pelo recogido en un moño y los labios rojos, sin más, lo simple, lo no rebuscado, los vestidos vaporosos, blancos e impolutos.

Podría enumerar decenas de cosas que las personas convierten o no en estilosas, pero, de momento, la reflexión termina aquí.